jueves, febrero 20, 2025

VOLUME TWO 130: DEACON BLUE


Hace unos años me sorprendí a mí mismo en una discoteca poco acorde con mi edad y mis gustos, aunque había una razón de peso para estar allí: enfrente tenía a los Deacon Blue. Solo con mencionar a esta banda se me enciende una sonrisa; y la nostalgia de aquellos días en los que la música nos acompañaba de otra manera, cuando nos entregábamos a ella de un modo más... puro y emocional. Algunas de sus canciones aún siguen haciéndome cosquillas en la nuca. Acabo de reescuchar su colección de éxitos con temas inéditos Our town, un lanzamiento de hace treinta años, y sigo recreándome en la admiración por este grupo.

Cierto, Deacon Blue no serán recordados entre los más relevantes formaciones de la música británica (no es necesario), pero el éxito que tuvieron al comienzo de su carrera y la modestia y la autenticidad con la que han vivido de la música los hace ejemplares. Cuando aparecieron a mediados de los ochenta aportaron algo de brillo y limpieza a un música en el Reino Unido que se dispersaba en distintas direcciones, algunas erráticas; también se abrazaron a un impulso de controlada épica que hacía músculo con pop, folk y soul. Los primeros álbumes, los fantásticos Raintown y When the world knows your name, los convirtieron en superventas, admiradísimos por el público, bien tratados por la prensa. 

Y aunque la banda se separó una temporada en los noventa, volvió a encontrarse para grabar cada cierto tiempo, nada que alcanzase la inocencia prometedora con que había nacido, pero sí trabajos dignos aunque no tuvieran mucho eco y que les permitiesen seguir girando para satisfacción de una audiencia que se deleitaba en los tiempos más jóvenes. Ricky Ross escribió para otros y grabó para sí mismo, siempre acompañado por Lorraine McIntosh. Aquella noche llegaron a mi ciudad, y a mí se me puso la piel de gallina cuando cantaban aquello de "This is my country, and these are my reasons".

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