Los hechos, los justos: que estos diamantes de Hackney son el segundo álbum de canciones nuevas en lo que va de siglo; que Elton, Stevie, McCartney y Lady Gaga tienen tarjeta de invitados; que Bill Wyman asoma para colgarse las cuatro cuerdas y Charlie dejó sus baquetas en un par de temas antes de marcharse; y poco más que contar. Basta.
Y aquí estamos, aquí seguimos, con achaques, medicinas, artritis, arrugas y millones para hartarse a las espaldas. Mick, Keith, Ronnie. Qué importa cómo hayan grabado, dónde, cuándo. El túnel se abre en la boca de Jagger y no hay quien seduzca mejor. Las descargas de Richards y Wood se cruzan mágicas en autopistas de cuerdas. Suenan los Stones. El mundo en pie.
Hoy el rock tiene nombre y apellidos: Rolling Stones. Nada que demostrar, nada fuera de lugar, nada que estropear. Ellos mandan sin tener que aleccionar, ellos reinan en el planeta del rock and roll. Quizá Rolling Stone Blues, seca y primitiva, sea el mejor epitafio que despida a la mejor entre todas las bandas, principio y fin en menos de tres minutos. Benditas Majestades.
Nota: 8/10
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