Me dio por ver una película con Elvis Presley, una de las más conocidas de la treintena de films que rodó el Rey entre 1956 y 1969. Muy pocas merecen la pena, la mayoría son muy malas. Cita en Las Vegas, o Viva Las Vegas, según su título original y la animosa canción, es una de las malas. Y ridícula, estúpida.
Con el rock and
roll prácticamente en pañales y la eclosión social y cultural de esta música y
su efecto en la juventud al rojo vivo, Elvis (cantante, showman y fenómeno
popular al margen) era sobre todo un suculento producto comercial y para
venderlo había que explotarlo al máximo. El coronel Parker utilizó el potencial
de la estrella del rock que representaba y lo convirtió además en una figura de
cine. Actor es un término que le queda demasiado grande.
Vista en su día,
Viva en Las Vegas (George Sidney, 1964) tendría su gracia, lo imagino. Los fans
de Elvis la disfrutarán aún con una sonrisa perdonando sus defectos y defendiendo
su encanto. Vista hoy, es una película mala de verdad.
Elvis es un
mecánico muy chulo que nunca se ensucia ni se despeina ni se desmaquilla, además
de un piloto de coches que sabe surfear de maravilla, manejar un helicóptero como
si nada y cantar. Canta cuando le apetece, allá donde hay una banda que clava
los temas que él interpreta o donde por arte de magia aparecen de la nada una
guitarra o un piano para cantarle una canción a una jovencita que le hace tilín,
una estupenda Anne Margret. Como quiere conseguir un motor especial para ganar
una carrera cree que ganando un concurso de canción (qué casualidad) podrá
pagarlo. Su tema (Viva Las Vegas) empata con el de la chica (otra casualidad) y
el desempate lo decide la intensidad de los aplausos del público. Al final gana
pero no obtiene el dinero, que en un giro incomprensible de argumento se lo
financia el padre de la chica. Lo monta en el coche en tiempo récord y llega a
punto para correr. Arranca el último en línea de salida y, cómo no, gana. Cruza
la meta, cortinilla secuencial, y lo vemos casado con la chiquilla, a la que
antes solo le ha dado inocentes besitos. Ah, ingenuo cine.
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