Tras navegar hace poco por el sueño memorístico del hippie Neil Young rescaté un par de discos cuyo recuerdo tenía nublado. On the Beach (1974) emerge poderoso en una década fascinante del autor, a la altura de Harvest o Comes a time. Pero distinto: es un álbum de ánimo decadente, marcado por la pérdida de músicos cercanos y el traumático nacimiento de seres íntimos. Suena a depresión, resaca en la playa al amanecer, como transmite su fantástica cubierta. Son los años de Laurel Canyon, con gente como Nash, Crosby, Levon Helm y Rick Danko acompañando a Young y a Crazy Horse. Solo tiene ocho temas, cinco de ellos gloriosos, de los que te cogen del cuello y te ponen la piel de gallina mientras te transportan a otro tiempo (Walk on, On the beach y el trío de blueses crepusculares que forman Revolution, Vampire y Ambulance).
Cada
disco tiene su historia propia en cada uno de nosotros. Hace tiempo, cuando grabábamos
cintas, un conocido con el que ya no me trato y yo andábamos detrás de este
disco. Entonces estaba descatalogado, o eso creíamos, pues no había copia en cd
por ningún lado y amazon, por ejemplo, aún no existía. En una feria del disco
preguntamos en un puesto si por casualidad tenían On the Beach, de Neil Young.
El tipo, con el aire de superioridad del comerciante que presume de tener no
pocas rarezas, nos dijo que por ahí andaba, en una de las cajas de discos expuestas.
Removimos un poco y lo encontramos. El colega se lo llevó a casa para completar
su colección de Neil Young y yo, pues lo grabé en cinta. Años más tarde, el
disco se reeditó en cd y aquí lo tengo, bien cuidadito para volver a escuchar
en momentos como este.
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