Con
el tiempo he ido apreciando mejor a Nick Cave. Sigue sin ser para mí
un músico de referencia, no forma parte de mis favoritos, aunque
comprendo la fascinación (y el alto respeto) que su persona y su
obra causan en músicos, aficionados y crítica especializada. Admiro
un par de discos (Dig Lazarus Dig!, Push the sky away), me gustan
temas sueltos de otros trabajos, y no
consiguen gustarme álbumes
más lejanos; en más de una vez al prestarle tiempo y atención en
sus proyectos, con The Bad Seeds, con Grinderman o en bandas sonoras,
me resulta agotador, duro. Skeleton tree (Bad Seeds Ltd, 2016) es un
buen disco, algo “lánguido” (tomo prestado el calificativo),
profundo y por momentos conmovedor.
El álbum, cuyo lanzamiento
está acompañado del documental One more time with feeling, de buena
acogida en el festival de cine de Venecia, ahonda en el dolor con el
que el músico australiano ha convivido desde la muerte de su hijo de
15 años al caer al vacío desde un acantilado en Brighton, donde
viven desde hace años Nick Cave y su familia. Cuentan que el film
muestra de qué modo sobrellevó el autor la tragedia para crear su
nueva obra musical y afrontar su propia vida; Skeleton tree transmite
ese dolor interior, esa heroica misión de seguir viviendo. Cave
habla, gime y musita más que canta temas que parecen levitar entre
la tierra y el cielo, su voz parece llenar el vacío de su corazón
con la gravedad de una banda sonora dramática. Duele, como cabía
esperar, y emociona. Aunque no tengas ganas de volver a oírlo en
bastante tiempo.
Nota: 7/10
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