Cuando vuelves a un concierto después de cierto tiempo, te metes en el meollo y dejas que la música te agarre por el cuello, oh, bendito sea ese regreso. Bendita sea la música. Vale cualquier buen artista o cualquier buena banda para curarte de la abstinencia de conciertos a la que las exigencias cotidianas y cierta pereza te han condenado. Podría haber ido a ver de nuevo a Ben Harper, o a Dylan otra vez incluso (bueno quizá ya no), o a tragarme un día del cartel de un decente festival; pero sin moverme de casa me conformé con Sting, quien me hizo pasar una velada de lo más reconfortante en el Coliseum de A Coruña.
Sting nunca
me va a volver loco, pero vaya, este hombre, con 63 años y una voz, un saber
estar y un carisma rejuvenecidos pese a la espesa barba de mendigo que ahora
luce, no suele defraudar. Se detuvo tres fechas en España dentro de su gira
europea. Y a mí él y su banda (David Sancious, Dominic Miller, Vinnie Colaiuta,
Jo Lawry y Peter Tickell) me convencieron de sobra. Apostaron por un repertorio
fiable de los que agradan al público y dejan grato recuerdo y sabor de boca, compuesto
básicamente de éxitos de Sting y The Police. Ahí estuvo la clave, en que
volviéramos muchos a vibrar, emocionarnos y saltar un rato con Roxanne, So
lonely, Walking on the moon o una sensacional Message in a bottle.
No fue un
concierto que vaya yo a incluir en el Olimpo de conciertos vistos en mi vida dentro
de muchos años, pero sí un bolo nostálgico para nostálgicos, ideal para reconciliarse
con la pureza original de la música. Bravo.
2 comentarios:
Le he visto muchas veces en directo, nunca hacer nada indigno. No entiendo sus laudes, sus police pasados por orquestas y esas cosas, pero cuando coge a David, Vinnie y Dominic y se va por ahi, siempre hace algo digno de verse. Saludos,
Muy digno, desde luego.
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