Los directos se viven, no se escuchan. Claro que se pueden escuchar, pero es mucho mejor estar en ellos. Quiero decir: si no puedo asistir al concierto pierdo el interés por tener que conformarme con escuchar esa actuación en un disco. Sí, escuchar un directo me desanima. No recuerdo cuál fue el último que compré. Descargado hace poco está en cambio el que supone el nuevo lanzamiento de Amos Lee, músico al que entré por el roce y el cariño, que me fue cayendo bien a medida que descubrí que el chico era bastante más que una buena voz y, al que disfruté en un concierto en Barcelona imposible de olvidar. Junto a la mujer más bonita del mundo.
Y eso
que su directo Live at Red Rocks (ATO, 2015) me dio miedo nada más enterarme de
que estaba grabado. Con una orquesta sinfónica entre rocas y el desierto, echándole
huevos. Vale, al menos la apuesta es diferente y tiene cierto riesgo. O sale
entronado o se desploma. Desconozco cuántos músicos juntó Amos Lee con sus
violines, trombones, tubas y percusiones, además de a su propia banda. El caso
es que la intensidad de la orquesta apenas estorba: refuerza bien algunos temas
y es prescindible en otros. Son las canciones del primer álbum y de Mission bell
las que más suenan, corpulentas, crecidas y con el punto emotivo que la voz
juguetona y cálida de Amos Lee aporta. Catorce temas y menos de una hora, para
no abusar. Está bien, pese a no haber estado allí. Y a la chica bonita le habrá
gustado. Me ha dicho que sí.
Nota:
7/10
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