Ahora es un espacio vacío, abierto como una garganta hambrienta en mitad de la fachada. Hoy pasé por allí delante. No queda nada abajo ni en la primera planta más que entrañas huecas. Durante casi 30 años fue un negocio de barrio, un videoclub, el videoclub al que todos íbamos. Yo no falté gran parte de esos años, cada fin de semana uno detrás de otro iba para llevarme dos o tres películas, para aprender a amar el cine: estrenos, clásicos, películas extrañas. Los sábados llegábamos por la tarde y esperábamos haciendo cola a que los clientes devolviesen copias de las novedades alquiladas el día anterior para lanzarnos a por ellas. Dos horas de espera (Frenético tiene el récord, creo) y si llegábamos tarde, nos conformábamos con otra película. Cerró hará cosa de un año. El solar lleva meses vacío. Ahora van a abrir un banco. ¿Hace falta otro?
Y la librería
también cerró. Las chicas volvieron a abrirla un otoño pero resistieron poco
más de un año. Ya sabes, el alquiler, los impuestos, y que la gente cada vez
lee menos. ¿La gente lee menos? ¿De verdad? “Se alquila”, puedes leer en el
escaparate. Que no abran otro bar ni otra coctelería. ¿Hacen falta? … No está
todo perdido. Siempre nos quedan las películas guardadas y las bibliotecas. Y
lo que hemos aprendido, que no nos los quitará nadie.
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