Son contados los conciertos vividos este año… El bueno de Amos Lee se portó muy bien en Barcelona, el maestro Joe Henry nos brindó el mejor regalo musical del año en Avilés, y Luis Moro y su banda demostraron este viernes en Betanzos, en el Café Lanzós, que la música se vive, que le música hierve, explota y entra en nosotros.
A Luis
Moro lo sigo desde hace mucho tiempo, aunque había perdido la cuenta de los
años que llevaba sin verlo en directo (tampoco me gusta abusar demasiado de
algo o alguien, y además tengo mis manías). Él toca solo, en dúo, en trío y a
veces con su banda al completo. Fran, Andy, José y Luis forman ahora la Tribeca’s
Band. Se entienden de maravilla aunque puedan ensayar menos de lo que desean. Quizá
no les haga falta. Juntos lo dan todo y más. Ellos también hierven. Hay músicos
excelentes que no transmiten nada, que son brillantez fría y distante. Luis y
los suyos, además de brillantes, son emoción compartida. Se nota en el sudor,
en los detalles, en los duelos, en las felicitaciones tras rematar un tema
subido a la cúspide.
La música
de Luis Moro está hecha, y sobre todo interpretada, para “sentirse bien”. Él mismo
lo dice en más de un verso, habla de la música o de las canciones para que hagan
“sentir bien”, aunque hablen de angustias, temores, dramas o melancolías. Lleva
más de un año presentado su disco de 2013, Cielo color Burdeos, un notable paso
adelante en su trayectoria, un disco que hace sentir bien. En Betanzos, la
Tribeca’s Band regaló una actuación magnífica, encendida y entregada. Nunca han
sido invisibles, seguirán deslumbrando.
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