Volvemos a los Foo Fighters, cuyo último álbum fue reseñado el mes pasado, para ensalzar el emocionante vehículo a través del cual Dave Grohl ha presentado su música y compartido abiertamente sus vínculos sentimentales con la riqueza musical de su país. Es tipo listo Grohl, muy listo; le sobra dinero, carisma y talento y se ha trabajado una producción nada modesta para poner en pie Sonic Highways, la serie del canal HBO.
Excelente documental, sin
duda. Ocho capítulos vibrantes, montados a veces a ritmo de vértigo, como si
Oliver Stone enlazase los fotogramas, con tomas maravillosas de paisajes y
ambientes y retratos conmovedores de los entrevistados, todos ellos Grohl
mediante. Y su banda, mientras, currándose las canciones de su nuevo disco,
de estudio en estudio, ciudad en ciudad, conviviendo idílicamente en el mundo de las maravillas. Debemos agradecerle que
su pasión y el fabuloso equipo técnico con el que ha contado en cada documental
nos hiciera sentir casi en nuestra propia carne cómo se vive y se crece en
Chicago, Washington, Nashville, Austin, Los Angeles, New Orleans, Seattle y New
York.
Podemos ser condescendientes o
no con uno de los mensajes finales que Grohl proclama, en un desliz algo
sentimentaloide y en un inesperado cara a cara con Barack Obama en un despacho de
la Casa Blanca (el presidente con su uniforme de trabajo diario, el músico desgreñado,
en camisa y vaqueros y luciendo sus tatuajes): cualquier chico de un pueblo de
Virginia (el propio Grohl) puede llegar muy lejos en este país de autopistas
sonoras. Él lo ha hecho.
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