Un pequeño
tributo a Sheryl, por cariño lejano y añoranza. Acaba de grabar disco, el
décimo, Feels like home. Es flojo, un par de temas al menos lo levantan hacia
el final. Pero es poca cosa.
Veo a
Sheryl Crow siempre cómoda en lo que hace, convencida de sus apetencias y apuestas…
al margen de la impresión que cause, del sabor que me deje. Sus buenas
amistades no la han hecho desvariar ni echarse a perder. Pero la línea de su
carrera va subiendo y bajando en la montaña rusa de mis preferencias rockeras:
fenomenal en Tuesday night music club y The Globe sessions, discreta en C’mon C’mon,
anodina en Detours, de nuevo estupenda con 100 miles from Memphis, ahora plana con
su último trabajo, más castizo y de aires country.
Pero ahí
está, no le falla la voz ni la belleza. Cuántas voces sin personalidad de
contemporáneas y sucesoras se apagan y olvidan, cuántos rostros se han marchitado.
Uno de sus grandes temas para recordarla en sus mejores momentos, allá por el
99 en Detroit.
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