lunes, mayo 02, 2022

EL CHICLE DE NINA


¿Merece un chicle ser expuesto en un museo? Ya saben, si el garabato más primitivo lo traza un artista, ¿por qué no colgarlo de una pared para el deleite de todos?; si el chicle lo ha mascado una celebridad, ¿qué impide no exponerlo en una vitrina para imaginarlo en la boca de quien los mascó? El chicle es de Nina Simone. Lo tuvo una vez entre los dientes y la saliva antes de iniciar un concierto en Londres en 1999, en el ocaso de su carrera, en los límites de la cordura; y al sentarse ante el piano se lo quitó de la boca y lo pegó en la madera del instrumento. Al acabar la actuación, extasiado por lo que había visto y sentido, un hombre del público se acercó al piano, despegó el chicle, lo apoyó en una toalla que Nina había usado y lo guardó en una bolsa de Tower Records para llevárselo a casa y guardarlo. La historia de ese chicle, de cómo se ha conservado más de veinte años y convertido en una pieza de exhibición en Copenhague, la cuenta Warren Ellis en El chicle de Nina Simone, editado por Alpha Decay.

El libro, con material gráfico de aquella actuación de la que no se conserva ninguna imagen grabada y solo unas pocas fotografías y con más fotos sobre el proceso de tratamiento de la goma de mascar para convertirlo en una pieza de museo, es una confesión sobre la pasión y el poder de la música en quien la escucha, un texto de amor por las pequeñas cosas, los objetos más irrelevantes y la trascendencia que pueden tener en las personas y en sus vidas. Ellis, miembro de los Bad Seeds y mano derecha de Nick Cave en la banda, se entrega a la fascinación por una artista inigualable mientras repasa algún episodio de su propia existencia y relata cómo un gesto de apariencia insignificante le ha acompañado de una forma u otra en el proceso de creación artística.

No hay comentarios: