sábado, diciembre 05, 2020

LIVE IN 253: REGRESO A GREENDALE


En esa cabeza loca y versátil que sostiene a Neil Young con cinco décadas de carrera a sus espaldas, cinco decenas de discos y un vasto archivo de grabaciones -ahora recuperadas cada cierto tiempo-, hay episodios exultantes (muchos) y episodios bochornosos (pocos). Entre los primeros (los segundos han sido señalados de pasada en algún post de este blog y hoy no merecen rescatarse) me gusta acordarme de Greendale (2003), un álbum con el que en formato de ópera rock (o algo parecido) el autor quiso relatar una historia de corrupción, activismo medioambiental y conflictos políticos y familiares en el inventado pueblo de Greendale. Young, muy generoso estos últimos años con las reliquias de su legado, ha publicado hace muy poco un concierto de la gira de aquel disco con su legenaria escudería, Crazy Horse.

Cuando tuve Greendale en mis manos hace dieciete años quedé unos días narcotizado por la densidad de su discurso y el filo granuloso de su música; ahora que regreso a aquella historia ficticia se repiten sensaciones, quizá con las que más disfruto del genio vacilante y revoltoso de su autor. Entrar en este álbum conceptual que roza los 80 minutos en diez canciones, y que el propio Young convirtió también en película, no es muy diferente de echarse encima una dosis de la mejor descarga eléctrica de Neil y sus jinetes, como las que había en Ragged glory (1990), el trabajo con el que guarda más parecidos. La tropa en círculo, absorta, ajena a su entorno, en una dimensión de comunión espiritual, lleva Greendale en estudio y en vivo a una explosión de éxtasis.

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