Prefiero cada vez más entrar
con escaso conocimiento en discos que de una forma u otra me
interesan para dejarme sorprender. Así que cuando me entero de que
Red Hot Chili Peppers sacan al mercado un nuevo álbum que se titula
The getaway (2016) me pregunto primero, según el título, de qué
escapa el grupo de Los Angeles y me informo después solamente de que
tras una larga colaboración con Rick Rubin desde 1989, la banda
cambia de productor y se pone en manos de Danger Mouse, a quien
incluso U2 ha recurrido para arreglarle con cierta dignidad su
desnortada carrera. ¿Escapan RHCP de Rubin? ¿de sí mismos?
Luego me pongo a pensar en los
Peppers, un grupo que siempre me cayó simpático pero del que nunca
profesé entrega. Hoy Blood Sugar Sex Magik (1991) y el repudiado One
hot minute (1995) no han perdido para mí ninguna fuerza, pese al
desgaste multimedia del primero. Además me traen gratos recuerdos de
otros tiempos ociosos y me acercan a buena gente. Y pienso en que
RHCP se han hartado quizá tanto de ellos mismos que han acabado por
hartar a quienes en su día se acercaron mucho a ellos. Víctimas de
la insignificancia a pesar de haber espaciado sus reapariciones.
Hoy la banda, empeñada en
querer parecer joven y aún saltarina, poco nuevo tiene que contar.
Cualquier reemplazo de John Frusciante no consigue enterrar su manera
de interpretar con la guitarra. Sin embargo, tras dedicarles el
respeto de más de una atenta escucha a su 'escapada' acabo en cierto
modo reconciliándome. De los álbumes anteriores quedan vagos
latigazos, naderías; de éste The getaway, aunque por momentos
perezoso y reincidente, hay una mitad de canciones que revelan a unos
Peppers más introspectivos, menos festivos y, a ráfagas,
brillantes. No me lo esperaba ya.
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