Llegado a este punto, con fotogramas sin medida en la retina y miles de argumentos que se entrecruzan, confunden y olvidan en la memoria, el gusto, el interés, la paciencia y la tolerancia que aún mantengo por el cine me piden algo diferente de verdad, me piden riesgo, extravagancia, coraje… propuestas extraordinarias que me dejen clavado en la butaca o me dejen horas pensando en ellas. Birdman, la película recién estrenada de Alejandro González Iñárritu, lo hace. Es extraordinaria. Como también lo son Gravity, Boyhood, The Artist o Heat, Magnolia y El club de la lucha si me voy más atrás.
Birdman revela
(más bien confirma) la maestría técnica de Iñárritu, perseguidor con su
steadicam de los pasos y sobresaltos de los actores durante todo el metraje.
Esa prodigiosa pericia narrativa la refuerzan un reparto en estado de gracia
(inmenso Michael Keaton, imponente Edward Norton) y una visceral lectura, tan
realista como pesimista, de la popularidad efímera, de la inutilidad de la
crítica y la irrelevancia del reconocimiento artístico en este, a menudo,
nauseabundo mundo contemporáneo.
1 comentario:
Ardo en deseos de verla ... que poco voy al cine cago en diez!
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