El jazz desentierra sensaciones y garabatea ilusiones, las sensaciones reclaman el jazz, su humo y sus escenas en blanco y negro. No sé, por ejemplo, después de un día tonto, de un susto, una espera anodina y un largo paseo a medianoche, lejos de las junglas de asfalto pero a una orilla de las olas de una bahía tranquila. Hace un año nos íbamos a New York. Solo recordarlo me lleva de nuevo allí, adonde he de volver. Esta música también me hace viajar allí.
En la
otra orilla, en New Jersey, el estudio de Rudy van Gelder abría las puertas al
quinteto de Miles Davis. En dos sesiones de 1958 grabaron los preciosos álbumes
de los gerundios para Prestige: Cookin’, Relaxin’, Workin’ y Steamin’ with The
Miles Davis Quintet: Red Garland al piano (qué maravilloso y seductor suena en el
tema inicial, It never entered my mind), Paul Chambers al bajo, Philly Joe Jones
en la batería, John Coltrane con el saxo tenor y Miles soplando la trompeta. Workin’
es música sin prisas, para acariciar. Oro.
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