Continúo acudiendo a rarezas
que en su día fui aparcando pero no olvidando, inesperados obsequios que la
música nos brinda por obra y gracia de estupendos autores. Este lo sirve el
actor y director de cine Tim Robbins, al que el productor Hal Willner, curtido
en mil proyectos de todos los géneros y colores, guió en su (semi)bautismo
discográfico en 2010. Robbins heredó inquietudes musicales de sus padres y ya
en su debut tras las cámaras, Ciudadano Bob Roberts, compuso y cantó las ácidas
canciones de contenido político con que su personaje hacía campaña. También se
unió a algún tributo musical antes de estrenarse con este disco que no merece
pasar inadvertido. Junto a unos cuantos eficientes músicos de estudio firmó Tim
Robbins and The Rogues Gallery Band, un notabilísimo álbum que debe su delicado
estilismo a los más bucólicos y añorados Bruce Springsteen y Van Morrison. Modesto
en su apartado vocal, exhibe no pocos quilates en su interpretación instrumental,
punto poderoso que eleva la obra, con un par de temas preciosos, a la condición de un más que recomendable
descubrimiento.
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