Cuando suena la última nota de Delta Kream (Nonesuch, 2021), le queda a uno la sensación de haber sudado blues a chorros y de necesitar una buena ducha para quitarse la grasa de encima. Las afiladas versiones que The Black Keys han juntado en su último disco, grabado en unas pocas horas, sin ensayos y en compañía de un par de curtidos escuderos de bluesmen de Mississippi, se incrustan en el pellejo y dejan costra. También tienen el poder de transportarnos a esos lugares donde las canciones fueron una vez creadas entre balbuceos y lamentos por los músicos a los que tributan: a orillas de un pantano invadido por mosquitos, en el porche ruinoso bajo el que escapar de un sol sofocante, en un tugurio con la peor calaña. Deja cierto agotamiento el repertorio, escaso de matices, directo a la garganta pero tremendamente hipnótico con la linealidad de sus bases y la crudeza ardiente de sus guitarras. Los temas atrapan al oyente de inmediato (Crawling kingsnake, Poor boy a long way from home, Going down South) aunque se deslicen pronto en la memoria. Auerbach y Carney parecen por momentos los Black Keys de Rubber factory o Attack and release, pero a la vez saltan otro escalón adelante en un sensacional camino que no conoce límites.
Nota: 7,5/10
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