Los géneros no se repelen. La música es universal. Late y se transforma. Y nadie puede asegurar que los opuestos no se atraen. Si pasa con las personas… Ryan Adams ha grabado un disco, su último trabajo, con el repertorio del álbum 1989, de Taylor Swift, del año pasado. Entero, en el mismo orden. Como cabría esperar, el resultado es diferente, puede decirse que totalmente diferente: lo que la estrella del pop ruidoso y artificial, con caucho y purpurina, canta en el disco original, el incontinente cantautor de rock lo convierte, cambiando las duraciones y desviándose de los sonidos de plástico sin variar las letras, en un ejercicio de estilizado americana del que sale triunfador.
Escuché primero
un disco y después el otro. Adams lleva a Swift a su propio terreno y del
invento sale reforzado. ¿Prodigioso? No digamos tanto. Sigo confiando en el
Ryan Adams al que me pegué de nuevo desde Ashes and fire y que el año pasado firmó
el formidable álbum de título homónimo, con el que este 1989 tiene algunos parecidos.
¿Por qué Taylor
Swift? Leo un poco más para enterarme de qué va la cosa. Se ve que el hombre se
encontraba en ninguna parte, abandonado por su pareja y sin compañía el pasado
Fin de Año. Te agarras a lo cae en momentos como esos, y parece que Ryan
escuchaba a todas horas el disco de Taylor y en él encontraba una magia íntima que
quería adoptar e interpretar. Lavó todas las canciones, las convirtió en suyas
con su grupo de músicos y remató un álbum muy estimable. Lo que hace el
abatimiento…
1 comentario:
Este tipo es una caja de sorpresas, y cuando son buenas ...
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