Septiembre trae a Keith Richards. Publica su tercer álbum, Crosseyed heart, el primero en 23 años, desde este Main offender de 1992, cuando los Stones salían de Flashpoint y aún no se habían metido en el Voodoo lounge. Volvamos atrás.
Richards
es imagen y leyenda, pose, granujada, excesos, pasión en la sangre y palabrería
para la historia. Debe de ser buen compositor, no lo neguemos. Y un más que
respetable guitarrista, deja una huella que incrusta carraspeantes riffs
perennes, de los que siempre se agradecen. Pero lo peor de los álbumes de
Rolling Stones son los temas que canta Richards con esa voz tambaleante y escasa.
Main
offender anticipa algunos guitarrazos del Voodoo lounge de dos años después, y
Richards canta tan mal como de costumbre, aunque no tan estropeado como ahora. Está
bien este disco, suena algo apelmazado y le falta eco, como unos Stones
descafeinados. Falta Jagger (como falta Richards en los de Mick a solas). Yo
soy de Jagger.
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