miércoles, junio 25, 2014

VOLUME TWO 66: DAVE VAN RONK & MacDOUGAL STREET


Me recreo relajado en las páginas de The mayor of MacDougal Street. Aún no he llegado al final de los recuerdos de Dave van Ronk, ese músico y musicólogo del Greenwich Village que a tantos bardos vio llegar y triunfar o pasar de largo por sus calles y cafés. Me lo estoy pasando bien y recomiendo su lectura (por ahora creo que no hay una edición traducida al castellano) porque Dave no sienta cátedra, sino que describe con rigor musical, anécdotas y buen humor el ambiente folkie de New York (y también de California) en los años 50 y 60, el entorno político, los auténticos y los falsos ‘beatniks’… y se entretiene en las peculiaridades de unos cuantos personajes.

No era maestro de nadie, él bebía de aquí y de allá, le encantaba el folclore, la raíz musical de una cultura, por eso uno lo escucha y a veces no sabe muy bien si canta blues o folk o toca jazz o ragtime. Era un buen colega de todos, un digno camarada, por eso siempre se respetó su verbo hasta su muerte hace una década. Grabó sus discos, sobre todo hasta los años 70, y hay por ahí unas cuantas colecciones, grabaciones en vivo y alguna reedición reciente.

Escuché a Van Ronk bastante antes de Inside Llewyn Davis, aunque poco, un par de gotas. Ahora, leyendo, compruebo que en la memoria de Van Ronk se hallan no pocos detalles del guión que los hermanos Coen convirtieron en su entrañable última película: los viajes en la carretera, las noches en los sofás de los pisos de los colegas, las audiciones ante productores, las sesiones musicales en los bares…

La lectura me lleva a la música, ambas se entienden bien. Por eso escucho estos días el álbum Folksinger (1963). Caramba, este Dave es también un portento de alcance. Su voz ronca, más de negro que de blanco, y su entregada y a la vez espontánea interpretación constatan su versatilidad estilística aunque en este disco se lo escuche solo a él y a su guitarra. Sientes que estás en el Gaslight Café, por ejemplo, con el público en silencio y el humo flotando entre las cuerdas y la voz que escapa de la garganta.

Sí, es solo eso, una voz, una guitarra. Sencillo, bien hecho. Hay mucha otra gran música también, cada vez menos, y no puedes evitar lamentar cuánta mierda de música se hace hoy.

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