He dicho siempre, y mantengo, que Robert Redford es el actor de cine perfecto, el intérprete ideal para cualquier papel, el que sea. La naturalidad y el sosiego con que actúa me han hecho pensar siempre que en realidad nunca está actuando, que no puedo distinguir al actor de la persona. Ha dado lecciones magistrales de interpretación con el más eficaz de los recursos y su más preciado don, la tranquilidad. Todo en su carrera es irreprochable, incluso alguna floja película de las que ha dirigido (otras son magníficas) contiene unas cuantas virtudes.
En las casi 40
películas de su filmografía (omito las series de televisión en las que
participó cuando era un joven muy poco conocido) no ha interpretado a asesinos,
narcos, capos de la mafia, presidentes de los EEUU o sacerdotes; no creo que
ahora, próximo a los 80 años (aunque no los aparente), vaya a robarle la piel a
esos personajes, pero no dudo de que lo haría con la misma brillantez con la
que ha dado vida a convictos, millonarios, jugadores de béisbol, aventureros,
espías, vaqueros, timadores, candidatos políticos, periodistas de investigación
o psicólogos de caballos.
Acabo de ver
Cuando todo está perdido, un film que Redford se echa a la espalda como único
protagonista en un barco a la deriva y solo en medio del mar. He disfrutado de
nuevo con el oficio conciso y sabio de este ejemplar actor, nominado solo una
vez para ganar un Oscar y que solo lo levantó como director con su primera película,
Gente corriente, allá por 1980. Robert Redford, grande, esa gente que hace el
cine grande.
1 comentario:
Solo una vez nominado, no lo sabia. Es verdad, tiene ese sosiego al interpretar que hace dificil distinguir cuando interpreta y cuando es el propio Redford quian habla. Gran director tambien. Salud
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