(Llega el cambio de año y llega también, no es nueva, esa sensación de querer soltar amarras y que este barco afronte su deriva hacia destinos inciertos. ¿Seguir navegando o echar el ancla? La respuesta, como dicen, flota o sopla en el viento.)
Cuando en 1996 salió este álbum, su mismo lanzamiento fue el mayor motivo de celebración. Curtis Mayfield lleva seis años paralizado de cuello hacia abajo porque una torre de iluminación le había caído encima en la preparación de un concierto en Brooklyn. El bueno de Curtis, que en la década de los setenta nos había regalado una irresistible colección de bailable soul cubierto de aroma blaxploitation, aún podía cantar, un soplo de vida le permitía dar forma a una canción. El mundo, la vida, cambió para él, y adquirió un nuevo orden al que adaptarse, con el que sobrevivir. Así tituló el último de sus álbumes de estudio, New World Order, el testimonio de su dulzura interpretativa, de la delicada suavidad con la que cantaba. El disco, a ratos alegre e inspirador, a ratos intrascendente, rebajaba la capacidad seductora con la que su autor se expresaba dos décadas atrás. Acabaría convertido en testamento, pues Mayfield, castigado por los daños de su parálisis, nos dejaba tres años después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario