
Vulnerables somos al mostrar el cuello a los colmillos. Se clavan, penetran y absorben, la piel se moja de éxtasis, la lengua mezcla su saliva con sudor y toda la espina dorsal se contrae eléctrica en plena naturaleza de placer. Si pudiera arrancaría con los dientes un pedazo del cuello, perdería el mío para que se lo llevase colgando de los labios.
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