Así arrancaba un superventas de Bowie, allá por la errática (para casi todo) década de los 80. En tres temazos seguidos explosionaban el soul, el pop y la new wave, saxos y guitarras cohabitaban con sintetizadores. David cambiaba de piel, añadía nuevas capas a su oficio de reinventor. Modern love, China girl, Let's dance, trío volcánico para el álbum que invitaba a bailar.
Modern love se incrusta en la banda sonora de una excelente película española de estreno, Wolfgang. Lo hace como la chispa que enciende una relación, el recuerdo de una pérdida y la creación de un vínculo para toda la vida. En las teclas desnudas de un piano y en la voz incitadora de un David Bowie irresistible. De padres a hijos y de hijos a padres.
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