Me
apreté primero, me
solté después.
Parálisis ahora,
agitación después. Silencio, hoy los maestros reviven las lecciones
que aprendieron ayer. Tarde es nunca.
Un
disco de los Stones no se despacha a la ligera, no. Y su escucha no
se acaba a los 40 minutos, tampoco. Han vuelto al estudio, no con el
primer material nuevo en más de diez años que se preveía iban a
grabar, sino con versiones de viejos autores de blues de segunda
línea pero primera división (Howlin'
Wolf, Willie Dixon, Little Walter, Memphis Slim, Jimmy Reed).
Escuchar a la banda más
grande del mundo, esa
en la que sus cuatro
miembros suman 289
años y que todavía
seguirá sobre un
escenario cuando hayamos muerto, es
una experiencia incomparable.
Aún.
Dicen que Mick, Keith, Ron y
Charlie querían grabar algo nuevo, pero dieron marcha atrás y
regresaron a la música vieja. Parece que no se sentían inspirados
para otro A bigger bang (2005), que les dio un ataque de nostalgia y
quisieron mejor creer que no habían pasado más de cincuenta años.
En solo tres días grabaron en los estudios de Mark Knopfler en
Londres, donde coincidieron con Eric Clapton, al que reclutaron para
un par de temas.
Blue & Lonesome (Polydor,
2016) es blanco y negro, es humo de cigarrillos, es dolor y soledad,
es blues que en la era desbordante de la tecnología suena primitivo.
Siéntelo. Así es, suena a polvo, crudo, con las guitarras arañadas
y la armónica arrastrada. Sucio, ruidoso, pero sudoroso y pasional.
Porque Jagger, triunfal, canta e interpreta como un ciclón. Estos
señores tan mayores han parado el tiempo un momento. Yo también me
detengo.
Nota:
8/10
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