Qué originalidad, vaya. Leo en la web de un diario la efeméride de la muerte de Jimi Hendrix hace 42 años (¿qué sería de él en el presente con 69?, imagino y juego más tarde) y el enésimo cumplido que le repite un guitarrista español, eso de que él era el mejor de los suyos, el más grande de los tiempos. Me aburren los podios o quintetos inamovibles, esos en los que Page, Clapton y Hendrix ocupan siempre los escalones. No lo discuto, por otra parte. Entonces me acuerdo de un amigo que me decía que Charlie Christian le parecía el mejor entre todos. ¿Por qué no? Claro. No soy guitarrista pero me seduce y acompaña muy próximo el sonido de la guitarra, las cuerdas y las curvas, el brillo del mástil, su lenguaje y sentimiento. Así será siempre. Detesto la virguería y los adornos gratuitos, el rizo rizado y el exhibicionismo narcisista. Como con casi todo, me abrazo a la sencillez. Y me pregunto por qué no se eleva a los tronos a Jorma Kaukonen, Django Reinhardt, Grant Green o, desde luego, Steve Cropper. El mejor quizá. El mejor para mí.
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