Seguro que siempre hay una canción, o varias, para cada historia, y una, varias o un montón de las de los Beatles, por ejemplo, sirven para contar una historia, por simple que sea aunque no lo parezca. Eso piensa también la directoria de cine norteamericana Julie Taymor y su par de guionistas, que a lo largo de un largo proceso de rodaje y post-producción han puesto en pie, con la habitual colorida grandilocuencia que caracteriza a la cineasta, el film Across the universe, uno de los primeros estrenos en salas de este año. Me encanta salir del cine con una sensación intensa, una emoción desbordante, y cuando abandoné la sala después de ver esta película me dije un par de veces para mis adentros: “¡Qué grande es la música y cuánto la necesitamos!”.
No se deben lanzar cohetes para evaluar Across the universe, aunque sí agradecerle a Taymor que haya bañado su film con canciones de los Beatles reinterpretadas por los actores y algunas estrellas de la música rock (como ocurría en la encantadora Yo soy Sam) y presentadas en unas cuantas coreografías y otras tantas inventivas puestas en escena. Con esta fórmula envuelve un argumento escueto y bien sencillo, como quizá lo sean en realidad todas las historias de amor. Esta se enmarca durante los propios años de vida de la banda de Liverpool, entre 1963 y 1970, y en la Nueva York reaccionaria que protestaba contra la guerra de Vietnam. Allí llegan a parar un indeciso obrero de Liverpool, precisamente, y una joven yanqui de familia rica, rodeados ambos por personajes llamativos y protagonistas de alguna que otra situación estrambótica.
La trama es tan simple, esquemática y previsible, inocente incluso, que todo el atractivo de la película reside en la ingeniosa labor visual de la directora. Uno desea más que suene la próxima canción y los actores se pongan a cantar, la cámara a dar vueltas y las imágenes a entrelazarse, que las vivencias de los protagonistas sigan su curso. El elenco de actores no está mal, pero tampoco bien: Jim Sturgess cumple sin florituras y la virginal Evan Rachel Wood sigue siendo un caramelo, aunque al contrario que en otras intervenciones, esta vez no sabe a nada. El jukebox monotemático de The Beatles, por fortuna, sostiene la acción con estupendas interpretaciones de temas conocidos y no tan populares, todos ellos con arreglos diferentes y algunos fabulosamente visualizados, en especial Come together, I want you, Let it be, Strawberry fields forever, Happiness is a warm gun y una psicotrópica I am the walrus.
(Dos estrellas y media, le pondría, casi tres, je je)
(Y qué grandes y necesarios son los cuatro de Liverpool, ahora, antes y siempre)