La relación que tenemos con las bandas que nos gustan mucho al comienzo de su andadura suele llevarnos a diversos grados de aceptación. La siguiente evolución es recurrente: éxtasis en el descubrimiento, indiferencia por decepción en los años de maduración, acogedora reconciliación cuando el grupo se aproxima a la mayoría de edad. Sirve para resumir, por ejemplo, mis vínculos con los hermanos Felice. Estamos de celebración entonces, porque From dreams to rust (Yep Roc, 2021), noveno álbum de su historial, asienta a la familia en una tercera fase de refrescante inspiración.
Permitan un rápido repaso. Ian, James y Simone se criaron en las montañas Catskill y tras haber mamado el sabor de las raíces del folk en los entornos rurales que moldean los perfiles de la Americana se recorrieron calles y estaciones de metro de Nueva York para saber hasta dónde podían llevarles sus guitarras, percusiones sencillas y un acordeón. En aquella música, tosca a veces, descuidada y a ratos festiva pero de fuerte sentimiento, confiaron para dar forma a unos primeros discos que, impregnados de polvo y campo, parecían revivir a The Band y a aquellos meses de encierro con Bob Dylan en Big Pink.
Con Celebration, Florida (2011), apostaron por el riesgo de la experimentación y el disparo salió muy torcido. Fue en ese momento, sin Simone a bordo (bien asentado con The Duke & The King y poco después en solitario), cuando The Felice Brothers se me resbalaron, se oscurecieron el tiempo que duró un par de insulsos discos más. Undress (2019) y ahora From dreams to dust devuelve a Ian y James con un nuevo grupo de acompañantes, retirados en una vieja iglesia que les ha servido para grabar un disco y revestidos por una seguridad en sus canciones que revitaliza la nobleza de sus primeros años con mayor brío sonoro. Ahí están Valium, Inferno, Jazz on the Autobahn o We shall live again para demostrarlo.
Nota: 8/10
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