lunes, julio 03, 2006

BONUS TRACK 8: HARD NOSE THE HIGHWAY (VAN MORRISON)

Ocurre que a veces, lo quieras o no, te encuentras perdido, sea por razones materiales o espirituales, por asuntos de la cabeza o del corazón. Entonces te evades un poco más escapándote unas horas, aunque sea a pocos kilómetros de casa por carreteras estrechas y solitarias que nunca habías antes recorrido. Sólo te acompaña la música y el sonido pacífico del paisaje que atraviesas en el coche. Quizá al final de la ruta te sientas igual de perdido pero al menos te quitas un pequeño peso de encima con la ayuda de Van Morrison.

Tengo muchos de sus discos y aún me faltan unos cuantos para completar su obra. No tengo urgencia por algunos pero no descarto acabar reuniendo todos. De los extraordinarios discos que encadenó entre 1968 y 1974 me faltaba uno, que me compré justo el pasado fin de semana. En el año de mi nacimiento, 1973, Morrison dio vida a otra preciosa criatura musical, Hard nose the highway.

Peor recibido en su día que otros álbumes cercanos como el cariñoso St. Dominic’s Preview o el acaramelado His band and the Street Choir, Highway marca pequeños avances en el trayecto musical del entonces ya arrogante Van sin desmerecer en nada con respecto a esos discos previos o al posterior y cenital Veedon Fleece (1974), su última gran obra maestra. Así, brochazos de jazz y la voz de Jackie DeShannon con un aire psicodélico y respaldada por una ayuda orquestal sinfónica salpican el tema inicial, Snow in San Anselmo. Ambientes similares se respiran en Hard nose the highway o en Autumn song, uno de esos descriptivos cánticos suyos que va alargando hasta caer dormido más allá de los diez minutos. Otras dos canciones elevan la contenida emoción de este disco leve y reivindicable: la combativa The great deception, cuyo texto censura la hipócrita actitud de artistas como John Lennon y Sly Stone ("¿Oíste hablar de los cantantes de rock con tres o cuatro cadillacs pidiendo poder para el pueblo y baile para la música?"); y la más céltica Purple Heather, que Morrison adapta de una tradicional balada folk para cerrar el álbum con ese reconfortante sentimiento de tener siempre a mano una canción de las suyas para que lave un poco tus heridas.

Quizá tardes en salir de ese laberinto en que te hallas perdido. Siempre habrá una salida. Y creas o no, agradeces a Dios que exista Van Morrison.

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