jueves, noviembre 28, 2013

BONUS TRACK 124: EASTERN SOUNDS (YUSEF LATEEF)


Conviene dejarse llevar sobre los raíles del jazz cada cierto tiempo. Yo lo hago, bien sea en un viaje placentero para ingerir un calmante de efectos sedantes o en otro más agitado para darle un poco de nervio al ánimo. No es lo mismo descansar con Bill Evans que excitarse con Thelonious Monk. Tratándose de un terreno tan resbaladizo como el jazz, por donde no siempre es sencillo transitar, hay ciertos discos que ayudan mucho a conectar, y comenzar a simpatizar incluso, con autores y corrientes. Creo que uno de ellos es este álbum de Yusef Lateef, un brebaje para viajar entre plumas y almohadones.

Eastern sounds se grabó en 1961, con Ernie Farrow al contrabajo, Barry Harris al piano y Lex Humphries en la batería dando compañía a Lateef. Poco he escuchado de este sutil virtuoso del saxo tenor y otros recursos de viento aleccionado en su juventud por Gillispie, Mingus o Byrd. Su carrera llega hasta los noventa, salta de tendencias y se alía con el funk sin tener por qué respetar los cánones revoltosos del jazz. En este disco la percusión se insinúa hechizante y los saxos airean muy seductores. Nada suena alterado ni improvisado, sino fluido, relajante. Una perla del jazz.

VOLUME ONE 312: SI TUVIERAS UN MOMENTO… (FRISCO)


Un clima de cálida camaradería, de conversaciones de madrugada con la música flotando en el ambiente y las cervezas y el tabaco por compañía, empapa la música fresca y abierta que se extiende a lo largo de Si tuvieras un momento… El primer disco de larga duración del ourensano afincado en A Coruña Frisco se baña de ese buen rollo creativo para conjugar rock y jazz de manera estrecha, con unas gotas de rumba por aquí, una pizca de flamenco por allá y un regusto funky que brota de la convivencia de ritmos por todas partes. El cóctel, lejos de aturdir o empachar, entra rico en el paladar y uno llega al último segundo con una sonrisa en los labios.

Se advierte un ambicioso afán en el producto, el empeño de un músico meticuloso de sobrada formación y amplios horizontes musicales. Frisco ha ensamblado ocho instrumentos y ha hecho de la voz (de su propia voz ronca y gamberra siempre, aunque parezca que suena una decena de voces de personas distintas) un recurso instrumental más, un juguete divertido. Se ha colgado todas las guitarras, se ha sentado en los teclados, tocado los bajos y encargado de percusiones menores.

En la aventura le secunda Marcos Paz en la batería, Víctor Sánchez con el clarinete y el saxo alto, Santi González al saxo tenor, Fernando con el violín y la trompeta y Toni González a cargo de otras percusiones. El esfuerzo conjunto, con notables temas como Anda chaval, Siempre he dicho que está mal o Miénteme, miénteme, remite unas veces a Funkadelic, otras veces a Primus o a Jaco Pastorius. El resultado final invita al compadreo y a la diversión. Si tenéis un momento, tomaos un sabroso trago de Frisco.

Nota: 7/10

sábado, noviembre 23, 2013

LIVE IN 155: BACK TO U2


La música regala el viaje más placentero al pasado. Pinchas en el jukebox y cambias tu edad, tu entorno, tu propio yo. La nostalgia te conquista.

Hoy me dijeron que tenían una canción nueva, algo normal, sencillo, un tema para una película al parecer, Ordinary love, nada del otro mundo pero bonito. El vídeo está disponible. Lo busqué, lo ví, escuché, recordé. El otro día me crucé con un colega de mi edad al que hacía muchos años que no veía con el que asistí al primer concierto que viví de ellos. Me acordé de aquel viaje tan largo, del libro que llevaba en el tren (Lolita), de la espera desde primeras horas de la mañana en la primera fila de Anoeta, de ellos en el escenario, con los coches, las pantallas, las luces y las gafas de mosca.

Yo crecí con ellos, qué huevos, y no me arrepiento. Gracias a ellos, en el fondo, han llegado después todos los demás. Añoro a U2. Dicen que vuelven pronto. Que me den una alegría. Eso lo añoro más.

miércoles, noviembre 20, 2013

BONUS TRACK 123: THE THORNS (THE THORNS)


El mejor y más cercano disco de homenaje a Crosby Still & Nash no es un álbum tributo con versiones de sus canciones, sino aquel que hace diez años llevó la firma de Matthew Sweet, Pete Droge y Shawn Mullins, unidos bajo el nombre de The Thorns en un trabajo, el único que han grabado juntos, titulado como la propia banda. Salvo una versión (de The Jayhawks), el disco contenía material inédito, temas escritos y compuestos a seis manos embellecidos por un juego de voces apacible y evocador que despertaba el inmediato recuerdo de las dulces armonías vocales de CSN. Produjo Brendan O’Brien y en el respaldo instrumental había personal de la talla de Greg Leisz y Jim Keltner, además del productor.

Da la impresión, ahora que vuelvo a escuchar el disco varios años después de que lo recibiese como inesperado regalo en un cumpleaños, de que es muy fácil entrelazar tres voces limpias al abrigo de una simple melodía. No lo es, aunque lo parece. Hay muy bellas canciones en The Thorns (Runaway feeling, Think it over, Dragonfly, Such a shame), el tributo (o no) sincero de un trío de músicos americanos a otro trío único que una vez acordaron caminar juntos con sus guitarras acústicas hacia el horizonte acogedor del atardecer.

sábado, noviembre 16, 2013

SOUNDTRACK 136: FRIENDS, MI VERSIÓN


Qué más puedo decir… Yo también quedé atrapado. Pero más allá de las gansadas inverosímiles de Joey, los numeritos infantiles de Ross, las manías desquiciantes de Monica, los caprichos pijos de Rachel, los arrebatos surrealistas de Phoebe y las ironías puñeteras de Chandler, me quedo con la inocencia de todos ellos, la bondad, la lealtad, el calor, el humor y el amor de los amigos… tan difícil (o no) de poner en práctica.

Friends fue, y es aún, una de las comedias más populares de la historia de la televisión. Creó una adicción que se transformó en estrecha fidelidad de su audiencia y juntó a amigos ante el televisor para seguir las andanzas semanales de sus personajes o hacer maratones en tardes y noches sin fin. Cuando me planté ante la tele el día de su estreno en España, en 1995, sus personajes me parecieron idiotas, inmaduros, antipáticos e imposibles. No vi más de dos episodios y cuando después me tropezaba con ellos al cambiar de canal no esperaba ni a que terminara el chiste. La serie duró diez temporadas, hasta 2004.

Mucho tiempo después, circunstancias de la vida mediante, fui viendo episodios salteados. Este año regalé la serie completa y en menos de doce meses he visto por orden sus 238 capítulos. Son una estupenda terapia para terminar el día olvidándose de las horas agrias y tareas vacuas que depara, una vía de escape hacia una ficción cercana, de apariencia un tanto idílica y a veces improbable pero en el fondo entrañable y familiar como la vida misma. Con el paso de las temporadas a los personajes les di primero dando mi aprobación y después les encontré la gracia. Acabé escuchando mi propia carcajada en algún momento de cada episodio y, todavía mejor, escuchando la mejor risa del mundo a mi lado.

Quizá cuando pise New York me acerque a la esquina de Bedford con Grove y mire al edificio de cinco plantas con la ilusión de esperar a que Ross, Joey, Monica, Chandler, Phoebe o Rachel me saluden desde una ventana. Salud, amigos.

VOLUME ONE 311: PALOSANTO (BUNBURY)



Creo (confío en) que algún día Bunbury firmará un disco realmente grande. El camino que conduce hasta ese momento, mientras, lo ve sembrando de trabajos irregulares que casi siempre, al final de cada escucha, dejan la sensación de que todo cuanto ha volcado en ellos con concienzuda entrega, es manifiestamente mejorable. Palosanto (Warner, 2013), otro irregular disco, está mejor de lo que esperaba, mejor de lo que temía después de conocer su single de lanzamiento, Despierta, con diferencia el peor tema del disco, una canción sencillamente mala.

Yo no voy a leer las letras ni ser tan profundo, las revistas se han encargado de apuntarlo y continúan haciéndolo, y a mí me aburre bucear en la trascendencia. Mantengo una distancia recelosa con Bunbury y evito dedicarle tiempo. Pero confieso que he empezado a apreciarle después de mucho tiempo condenándole. Le agradezco Hellville de Luxe, le reprocho El viaje a ninguna parte y no comulgo con quienes encumbran Pequeño. Ahora con Palosanto tengo que aplaudirle la mitad de sus quince temas, en concreto aquellos en los que suena manso, relajado y reflexivo, la música tranquila, creada y disfrutada mirando atardeceres y regresando al pasado melancólico (Más alto que nosotros sólo el cielo, Salvavidas, Los inmortales, Prisioneros, Miento cuando digo que lo siento). Lo demás, ni fu fi fa.

Nota: 6/10

jueves, noviembre 14, 2013

SOUNDTRACK 135: INSIDE LLEWYN DAVIS


Los Coen me han pescado con tan suculento anzuelo. Ha sido fácil: un folk singer (con gato) en la helada New York en los primeros sesenta… sus canciones, sus mujeres, sus miserias, sus sueños… Me recuerdo todo a eso que tantas veces hemos leído, esas calles y bares que conocemos de nuestras lecturas y de los delirios de la imaginación. Un tristón Oscar Isaacs, una irreconocible Carey Mulligan, el talismán John Goodman. Inside Llewyn Davis. Espero el estreno con ganas, aunque me guardo de hacerme esperanzas mágicas, que los hermanos Coen son género aparte y nunca me han vuelto loco.

He abierto boca con la banda sonora: folk tierno, íntimo, bonito. Oh, aquellos tiempos…

miércoles, noviembre 13, 2013

GREATEST HITS 154: THIS MUST BE THE PLACE (DAVID BYRNE)

Ni Talking Heads ni David Byrne me han chistado nunca, y eso que al grupo neoyorquino le he dado oportunidades de sobra para encontrarle su gracia. Pues no, no hay manera. En cambio hay una o dos canciones suyas que de algún modo bromista y misterioso me parecen simpáticas y cargadas de encanto. Una de ellas es This must be the place. Ayudó a un nuevo flechazo que su título fuera también el de una película de Paolo Sorrentino estrenada el año pasado, una especie de fábula de carretera a lo Wim Wenders donde un Sean Penn con la facha trasnochada de Robert Smith se persigue a sí mismo en un entorno desconocido.

Aquí tenemos a Byrne en 2004 sin los Talking Heads, pero con muchos músicos a su alrededor, haciendo ingenua y entrañable This must be the place y su pegadizo ritmo.

sábado, noviembre 09, 2013

BONUS TRACK 122: WILD LIFE (WINGS)


¿A qué vida salvaje se refieren desde la ciénaga los Wings? Detrás de esta estampa de promoción hippy se escucha una broma divertida, un disco que arranca marchoso y se vuelve turbio y sentimental. Eran los primeros Wings, en realidad era Paul McCartney y los músicos que necesitaba para tener él su propia banda. Por tener, hasta tenía una mujer bien cerca sacando tajada que tampoco recibía las alegrías de la prensa. Estamos en 1971, ya no hay Beatles. Las drogas pintan a sir Paul más desaseado, un tipo poco fiable. Sobre las ramas de la imagen le secundan la churri Linda, Denny Laine y Denny Seiwell. Wild life es el primero de los discos de la banda… antes de llegar a los 80 ya son ceniza.

Me saturan los Beatles, no su música (salvo las primeras ñoñadas), sino que estén en todas partes todavía y que la magnificación impida ver sus renglones torcidos. A veces me desvío de la autopista y tomo carreteras secundarias. Paul tiene trabajos muy buenos, éste es uno de ellos (temazos son Love is strange, Wild life, Some people never know, Dear friend). También se pierde en cosas que no saben a nada, el último álbum, por ejemplo, no me convence. Un poco de vida salvaje, un tiempo irrepetible.

miércoles, noviembre 06, 2013

VOLUME TWO 64: SMOG


El encanto (no tan) inocente de lo rudimentario sobrevuela gran parte de la apuesta musical de Smog. Es el pseudónimo que Bill Callahan adoptó desde que tenía unos 25 años para registrar sus primitivos experimentos de baja fidelidad y grabar casi una docena de discos entre 1992 y 2005, a los que con el paso de los años fue dotando de más limpieza y calidad en las grabaciones. Acertado alias el de Smog, pues entre el humo y la niebla se desliza sinuosa la música climática de este singular creador. Después el tipo recuperó su propio nombre y firmó otros seis trabajos que no desentonan con respecto a buena parte de los anteriores y que incluso alcanzan cotas muy elevadas (Apocalypse, Dream river).
Impulsado por su último gran disco, me ha animado a bucear en las aguas espesas de Smog, en la mitad de aquellas grabaciones lo-fi que fueron perfilando una carrera peculiar. Hay ritmos repetidos, escasa instrumentación al principio y un recitado con voz de barítono entre siniestro y desganado que puede resultar asfixiante. Pero todo ello se empapa de una atmósfera que unas veces es irreal y otras describe ambientes a cielo abierto, sobre todo, a partir de álbumes realmente buenos como Knock Knock (1999) y Dongs of sevotion (2000), a los que suceden otros tan atractivos como Supper (2003) y A river ain’t too much to love. Ya anticipan éstos una propuesta que bebe del mismo manantial que las obras firmadas por Callahan pero que fluye más desinhibida, en la que los instrumentos zurcen escenas perturbadoras.

Le cuesta calar al amigo Callahan, también a Smog, pero a mí me seduce en momentos ideales para bajarse del tren de cada día y flotar huidizo no sé muy bien por dónde.

sábado, noviembre 02, 2013

VOLUME ONE 310: REFLEKTOR (ARCADE FIRE)

El peor de sus cuatro discos es este. No es que sea el menos bueno, tampoco es que sea malo. No sé si me explico acertadamente. A Reflektor (Merge, 2013) le ocurre lo que a las obras construidas con un ansia tal por marcar diferencias, dar que hablar y alcanzar el terreno de lo trascendente que a la hora de la verdad, cuando llega el momento de ofrecer y escuchar, el que recibe y atiende se encuentra con que hay demasiada ambición y abundante empalago, mucha altanería y poca humildad. Será que es un grupo de demasiadas personas y no se conforma con la moderación. Así me ha parecido al navegar un par de veces por el nuevo álbum de Arcade Fire.

Sobre todo es muy largo (trece temas en 75 minutos), buena parte de las canciones se hacen también inacabables, empezando por su correcto single, su arranque. Hay cuatro temas realmente buenos (We exist, Natural person, Porno, Afterlife) y lo demás es histriónico o perezoso, según con qué pie se levantara el grupo el día de grabar y mezclar el material. Tiene el disco ritmos marcados, un pop que tanto se baila como se siente tumbado, y un estilo que huye de las comparaciones. Pero las canciones, salvo ese cuarteto selecto, acaban agotando, se llenan de pistas de sonido abiertas a un lucimiento nada modesto. Si quisieron dar que hablar, como creo que pretendieron, por mi parte no tengo más que decir. A otra cosa.

Nota: 5/10

GREATEST HITS 153: CAT PEOPLE (DAVID BOWIE)


En los años ochenta David Bowie aportó un par de estupendas canciones al cine, medio que frecuentó en esa y otras décadas para hacer gala de su facilidad para adaptarse a sugerentes personajes. Una de esas buenas canciones fue Absolute beginners, el épico y nostálgico tema principal del film del mismo título. La otra, esta fenomenal Cat people (putting out fire) para El beso de la pantera, una revisión de La mujer pantera dirigida por Paul Schrader en 1982. Poco recuerdo de aquella película más que ese manso felino que durante aquellos años me parecía la actriz Nastassja Kinski y, por supuesto, esta genialidad turbadora de Bowie.